jueves, 3 de diciembre de 2009

Lluvia.

Sábado.
Tres y media de la mañana.
Llovía, me acompañaste hasta el túnel.

Estabamos mojados, empapados, calados hasta los huesos, y besándonos como dos locos en mitad de la acera.
Nadie hablaba, solo se oía la pequeña música que hacían las gotas al chocar contra el asfalto, bueno, las gotas...y nuestras respiraciones.
Paso un grupo de personas quejándose de que se mojaban, y haciendo notar que alguien de ese grupo debería abrir un paraguas, uno de ellos dijo,

"Hay gente que se esta mojando mas que tu y no se queja"

y acto seguido tu y yo nos separamos riéndonos como idiotas.
Pero, la separación de nuestras bocas duro bastante poco.
Tus manos en mi cintura, y las mías entre tu pelo.
Otro beso, sin freno, largo, prolongado, perfecto.
Y en ese momento se me ocurrió abrir mis ojos, poco, casi nada, ¿como cuando abres las rendijas de una persiana y la abres lo justo para que se cuele la luz?, pues exactamente igual.
Y en ese momento vi tu pelo mojado, vi que por tu cuello corrían gotas traviesas, y es cuando pensé que eras tu.


Si, ¿porque no ibas a serlo?.












Ojala seas tu.








2 comentarios:

  1. Soberbio texto... ese refugio en el túnel, esa música del agua, ese sueño de estar con quien queremos estar...

    Muy bueno para esta mañana de domingo... tras un solitario sábado. En fin...

    Mil besazos
    ISIDRO

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